Para Helga by Bergsveinn Birgisson

Para Helga by Bergsveinn Birgisson

autor:Bergsveinn Birgisson [Birgisson, Bergsveinn]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-09T16:00:00+00:00


* * *

Durante las noches siguientes no pude conciliar el sueño. En una ocasión, después de haber estado dando vueltas en la cama, me levanté, caminé hasta el redil y pregunté a las ovejas si podían imaginarse tener un nuevo patrón. Consideré incluso la idea de trabajar para los norteamericanos en Reikiavik. Les dije que amaba a una mujer. Me miraron con ojos de asombro. Embridé a mi querido Skjóni y subí por el valle montado a su lomo. Un viento cálido hacía ondear los tallos de hierba en los pedregales, y un penacho de nubes bajas se abalanzaba sobre las cumbres y descendía por las piedras sueltas de las laderas. Cabalgué por la senda que cruzaba el pedregal; atravesé extensiones de montículos de hierba, marjales y verdes llanuras. Me detuve al llegar al cerro donde descansa el primer colono y los caballos nunca pastan. Miré hacia la granja donde habían vivido mis abuelos, que durante mi infancia habían sido tan buenos conmigo. Mi abuela Kristín parecía tan antigua como los mismos colonizadores de esta tierra; mis recuerdos la preservan embalsamada en la dulzura de la edad provecta. En su época, el jabón aún no había llegado al campo; las prendas de vestir y la ropa de cama se lavaban con orina, como venía haciéndose desde tiempos inmemoriales. Decía que las mujeres ya no tenían pelo, solo cuatro mechones muertos en la cabeza. Cuando ella era moza y las muchachas se lavaban con orina, sus cabelleras relucían largas y recias; así lo describía.

Unas nubes fantasmagóricas sobrevolaban la hondonada por encima de mí, y tenía la constante impresión de que las figuras que formaban querían transmitirme algo, un mensaje a mí solo destinado. ¿Tendría ocasión de mirar ensimismado las nubes en Reikiavik? ¿No se aturdirían mis sentidos, como cubiertos por bellotas de mar, ante el esplendor de la vida?

¿Debía mudarme a la ciudad con el fin de cavar zanjas o construir barracas para los norteamericanos? ¿Dar la espalda a las ovejas que mi viejo padre me había legado y por las que me había desvivido día y noche, estimulándolas y fortaleciéndolas para que alumbraran con frecuencia dos y tres crías? ¿Abandonar las tierras donde mis antepasados habían vivido un milenio entero para trabajar en una ciudad donde uno no podía admirar nunca el fruto de su sudor porque no era más que un arrendatario o el esclavo de otros, donde la multitud llamaba al tiempo dinero y se gastaba en teatros y ocio lo que ganaba en una oficina con sus trajes de tergal? ¿Lejos de los elfos que se escondían en las colinas, de los parajes donde cada cerro y cada hondonada tenía una historia que contar? ¿Lejos del lugar donde una vez disparé a un zorro mientras defecaba, de las piedras con las que conversaba de pequeño, de las matas de algodón de las ciénagas y de las laderas que escondían un pasado oculto? ¿Por qué no podíamos tener tú y yo una vida aquí, en el campo? Ya no vería nunca más la densa hierba de Hvaleyrarholtstún que yo mismo había cultivado.



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